Libertad. (Flashbacks 5)

domingo, 27 de abril de 2014


«We're children of the bad revolution, and party is the only solution.»

-Esta canción es mi favorita -comentó Kyle, disfrutando de la música que inundaba el aire de la habitación.
Annabelle estaba apoyada en el pecho de Kyle, tumbada sobre el sofá y con los pies descalzos sobre un cojín. Era tan solo la segunda vez que él la llevaba a su casa, ya que no solía llevar allí ni siquiera a sus amigos. Era una manía un tanto absurda, pero a Kyle no le gustaba que se supieran dónde vivía. Sin embargo, sentía que en ella sí podía confiar. Al fin y al cabo, era Annabelle, su pelirroja francesa, su chica de las rosas en el pelo.
La única chica que había conseguido entrar en su corazón, al parecer, para quedarse.
Entre aquellas cuatro paredes se respiraba tranquilidad, algo que los dos jóvenes no habían tenido desde hacía bastante tiempo. Las notas de Asleep, aquella canción de The Smiths, flotaban en el aire creando una atmósfera apacible. Llevaban casi toda la mañana allí tirados, escuchando las antiguas cintas de recopilatorios que tenía Kyle. En ellas estaban sus canciones favoritas, le encantaba compartirlas con Annabelle, ya que para él eran algo importante.
-No está nada mal -admitió ella, cerrando los ojos y hundiéndose en la música-, sobre todo el acompañamiento del piano.
Annabelle sabía que Kyle había ido a unas cuantas clases de piano hacía no más de cinco años -de hecho, el chico aún guardaba un viejo teclado que anteriormente había pertenecido a su madre-, pero por más que le había insistido en que le hiciera una demostración con aquel hermoso instrumento, él no cedía. Quizás se avergonzaba de aquella parte de él, del Kyle pianista que sentía atracción hacia el arte y se interesaba por este, y no quería que nadie lo viera. Era como si tuviera dos personales distintas, y con Annabelle mostrara la segunda, la más amable, aunque no del todo. Aún ocultaba su faceta de pianista.
-Sé lo que estás intentando -dijo Kyle, mirándola con una media sonrisa que intentaba reprimir-, y mi respuesta sigue siendo no.
-Oh, vamos -insistió ella, de nuevo-. ¿Tanta vergüenza te da que alguien te vea tocando el piano? Sabes que puedes confiar en mí.
-No es eso -contestó él, con un tono cortante-. Y, por favor, ¿podemos cambiar de tema?
-Ag, está bien.
Asleep finalizó con aquellas últimas notas de caja de música que tanto le gustaban a Kyle.
-Esto empieza a parecerme demasiado tranquilo, ¿no crees?
Annabelle lo pensó con detenimiento. Se habían pasado las últimas semanas sin parar ni un solo segundo, corriendo por las vías de tren, con su enérgica risa sonando a todo volumen, y visitando de vez en cuando el Penny Lane's Café para descansar un poco de sus largas caminatas a través de aquellos raíles.
Era verdad que habían pensado que necesitaban un poco de tranquilidad, pero al quedarse allí, tan quietos que hasta podían escuchar el sonido de su propia respiración, ambos sentían un vacío en el pecho, como si les faltara algo.
Y los dos sabían que la diversión iba a ser la única solución para aquello.
-Ahora que lo dices... síp. Demasiado tranquilo -dijo ella, asintiendo con la cabeza.
-Deberíamos hacer algo.
-Pero, Kyle, ¿no estás un poco destrozado de andar todo el día? En serio, no creo que mis pies puedan dar un solo paso más.
De repente, a Kyle se le encendió la bombilla y una idea cruzó por su mente. Sonrió de nuevo, pero esta ves, sus ojos grises se iluminaron. Annabelle conocía aquella mirada mejor de lo que jamás hubiera pensado.
-No necesitaremos andar -dijo, con tono de estar intentando hacerse el interesante, algo que funcionaba con todas las chicas menos con Annabelle, aunque, esta vez, la pelirroja frunció el ceño y dirigió a Kyle una mirada de no estar entendiendo.
-¿A qué te refieres?
-Tú sígueme.
Annabelle se calzó sus desgastadas Converse rojas y siguió a Kyle a través del pasillo. Cuando llegaron al final, él abrió aquella puerta metálica que nunca antes había abierto a nadie y que la pelirroja se había preguntado tanto qué habría tras ella.
Misterio resuelto. Tras ella no había una sala de música o un estudio, como Annabelle había imaginado, sino un amplio garaje, en el que Kyle guardaba su mayor tesoro. A la chica se le escapó un pequeño grito ahogado cuando vio el coche. Aquel descapotable blanco resplandecía, y a pesar de sus evidentes años de antigüedad, estaba en un perfecto estado.
-No suelo enseñárselo a nadie -admitió Kyle-. Es lo único que me queda de mi padre.
Así que eso era. El piano había sido de su madre, y aquel coche, de su padre; debían de ser sus mayores tesoros, y ella entendía que los guardara con tanto apego. Annabelle se preguntó qué les habría pasado a sus padres, sin embargo, no preguntó nada, con intención de no herirle.
Tras un minuto en el que el garaje quedó sumido en un incómodo silencio, Kyle dijo, con tono de galán:
-¿Te apetece dar una vuelta?
Ella sonrió.
-Por supuesto.
Subieron al coche, que arrancó con un sonido sorprendentemente suave. Con la misma suavidad, se deslizó hacia la carretera. Los primeros minutos, Annabelle se dedicó a observar el paisaje, aquel desierto paraje que tan solo mostraba unos cuantos árboles de vez en cuando que les rodeaba, y a los pájaros volando, libres, por aquel infinito cielo azul.
Una pregunta vino de repente a la mente de la pelirroja.
-Y... ¿a dónde vamos?
-A ninguna parte -dijo Kyle, encogiéndose de hombros y apartando los ojos de la carretera para dedicarle una pequeña sonrisa a Annabelle.
A ella le sorprendió aquella respuesta tan imprecisa, tan extraña y a la vez preocupante. Pero no se dejó llevar por el miedo y permitió que una fuerte carcajada escapara de su garganta. El coche empezó a acelerar, quizás incluso más de lo permitido, y el viento rozó con fuerza los rostros de los dos jóvenes. Ese sentimiento tan extraño volvió a inundarles.
Kyle hizo un gesto a Annabelle como para que se levantara en el asiento, y ella al principio dudó, temiendo caerse, pero terminó confiando en él. ¿Cómo no iba a confiar en Kyle, si a veces pensaba que él la conocía mejor que ella misma?
Entonces, dejándose llevar, Annabelle se levantó del asiento y se puso de pie, abriendo los brazos, y se sintió ligera, igual que uno de esos pájaros que surcaban el cielo, como si fuera a salir a volar en cualquier momento. El viento la azotó con mucha más fuerza que antes, y su cabello pelirrojo floto en el aire como si la gravedad lo hubiera abandonado, aunque, por suerte, las rosas rojas seguían aferrándose con fuerza a su cabeza, negándose a caer. Había algo en aquel momento que la hizo sentirse bien. Cerró los ojos e inhaló fuertemente aquel aire, que era justo el que hizo que aquel vacío en su pecho volviera a llenarse, y se sintió bien de nuevo.
Era como estar respirando libertad.

Obsequios. (Flashbacks 4)

miércoles, 16 de abril de 2014

 
«And I don't know why, but with you I'd dance in a storm in my best dress, fearless.»

Eran las cinco de la tarde y Kyle estaba observando las nubes, sentado en aquellas viejas vías de tren, en aquel lugar que anteriormente había compartido con Annabelle. Hacía un día gris, casi igual que aquel en el que los dos jóvenes se habían tumbado juntos a contemplar el cielo y a pensar. Casi como aquel día en el que habían compartido el silencio.
Sin embargo, aquel día parecía tener menos color, ya que la pelirroja no estaba allí. Kyle la había llamado para ir al Penny Lane's Café o a cualquier otro sitio juntos, pero ella había rechazado la oferta. Le había dicho al chico que estaría ocupada terminando algo.
Y era ese algo el que rondaba por la cabeza de Kyle desde la llamada de teléfono que había compartido con Annabelle. Por su mente había varias preguntas que no dejaban de atormentarle, y a las que no encontraba respuesta. ¿Qué sería lo que tenía que hacer Annabelle? ¿Estaba ella con alguien? En caso de que la respuesta fuera sí, ¿con quién? ¿Y por qué prefería estar con esa persona antes que pasar el día con él? ¿Por qué lo que estaba haciendo era tan importante como para dejarle tirado a él?
Cuanto más se hacía estas preguntas, menos clara estaba la respuesta, y gracias a esto, una estúpida duda iba creciendo cada vez más en su pecho. Quería que ella estuviese con él. Le importaba muy poco lo que tuviese que hacer. La necesitaba a su lado, y se odiaba por ello.
Se odiaba porque nunca había dependido de aquella manera de una chica. Se odiaba porque no quería hacer una montaña de un grano de arena. Se odiaba porque no quería ser posesivo con ella. Se odiaba porque se había enamorado sin remedio de la pelirroja.
Pero era algo que ya no podía solucionar. Él era Kyle Dixon, el joven que enamoraba a las chicas con sólo una mirada y una media sonrisa pícara, el que no tenía que decir más de dos palabras para conquistar a cualquier mujer, el que controlaba las relaciones y las dejaba cuando se cansaba de ellas. Sin embargo, aquella relación no la tenía controlada. Sentía un vacío cuando ella no estaba allí. Sentía que todo se iluminaba cuando la veía llegar, con su cabello rojizo alborotado y repleto de rosas frescas. Estaba enamorado de verdad.
Y, joder, estar enamorado dolía.
Dolía mucho.
Kyle dio un trago a su cerveza y saboreó la amarga bebida. Dejó que el botellín colgara de su mano, con peligro de caer y romperse en mil pedazos, e intentó abstraerse un poco buscando formas en las nubes que surcaban el cielo gris. Una era un pájaro, como aquellos que tenía el pijama de Annabelle, un gorrión en pleno vuelo. Otra parecía una taza de café humeante, y le recordó al día en el que la joven y él se habían conocido, cuando él la había seguido hasta aquella cafetería.
Pronto se dio cuenta de que no era capaz de ver formas en las nubes que no tuvieran relación con ella. La extrañaba más de lo que quería.
Bebió un trago tras otro del botellín medio vacío hasta que no quedaron más que un par de gotas en el fondo de la botella de cristal. Dio vueltas al líquido amarillo que quedaba, observando como se movían, tan solo para matar el tiempo. Tras unos segundos, aquello empezó a parecerle absurdo, así que dejó el botellín en el suelo, justo al lado de donde estaba sentado, junto a los otros tres que se había tomado.
Normalmente no habría bebido por una chica. No, él no era del tipo de personas que ahogaban las penas en el alcohol, ni tampoco en el humo de un cigarro. Cuando Kyle bebía o fumaba, lo hacía por diversión.
Pero aquel día era diferente. Ella no estaba allí, y algo tenía que hacer para olvidarse. Era consciente de que estaba exagerando las cosas, que probablemente ella no estaría haciendo otra cosa que tareas de su apartamento, o quizás unas simples compras con alguna amiga. Él lo sabía. Pero el problema era que, aún así, estaba dolido, sin más razón que la ausencia de la pelirroja.
Tras unos minutos en los que trató de dejar la mente en blanco, empezó a oír pasos que se acercaban hacia allí. Se volvió para ver de dónde venían, pero no había nadie. Se dio la vuelta de nuevo y se encogió de hombros, quitándole importancia. Entonces se oyó un ruido que venía de los arbustos, y antes de que Kyle pudiera girarse, unas huesudas manos le taparon los ojos.
-¿Quién soy? -preguntó una voz inconfundible.
-Déjame adivinar... Mi madre -bromeó él, con una gran sonrisa en el rostro.
Annabelle quitó las manos de los ojos de Kyle y se sentó a su lado, cruzando las piernas. Iba descalza, y en las manos llevaba sus típicas botas country marrones, destrozadas de tanto uso. Su cabeza estaba coronada por las habituales rosas rojas, y llevaba el rojizo cabello recogido en una trenza que caía por su espalda.
-Qué gracioso eres -dijo ella, aún recuperando el aliento, ya que había ido corriendo todo el camino hasta allí.
Sonrieron a la vez, y entonces el joven se dio cuenta de que Annabelle llevaba en la mano la carpeta de sus dibujos, la misma que le dejó ojear el día que se conocieron. Parecía entusiasmada por algo, y aferraba la carpeta contra ella como si le fuera la vida en ello.
-¿Qué tienes ahí? -preguntó Kyle mientras hacía un intento de quitarle la carpeta, pero Annabelle la quitó de su alcance.
-Eh, no seas impaciente.
-¿Impaciente? -se preguntó él, sin dirigir la pregunta a nadie más que a sí mismo.
La pelirroja abrió la carpeta y rebuscó algo entre todos los papeles. Cuando por fin lo encontró, su rostro se iluminó, y le entregó el dibujo a Kyle.
-Feliz martes -dijo, sonriendo.
El folio estaba repleto de retratos del joven. Kyle observando las nubes, tumbado en las vías de tren. Kyle compartiendo un café con ella en el Penny Lane's. Kyle durmiendo en el sofá color caramelo, con el moratón rodeando su ojo gris. Kyle sonriendo, mientras miraba hacia alguien -seguramente ella- entre la multitud, exactamente igual que cuando se conocieron.
Él estaba sorprendido. Annabelle había captado perfectamente su expresión, dura pero aun así agradable, y cómo sus ojos grises se iluminaban como si fueran chispas en un día nublado.
-¿Por qué? -preguntó él, aún contemplando asombrado los dibujos.
-Ya te lo he dicho. Feliz martes.
-Annabelle Rosseau, no juegues conmigo. Tiene que haber alguna otra razón.
-Eres la persona más tozuda que he conocido nunca, Kyle Dixon. Creí que te debía algo, idiota. Quería recompensarte por todos los días que has estado a mi lado. Por eso, hoy es sólo un día más, pero tú estás conmigo. Así que feliz martes.
-Aw, esta vez eres tú la cursi.
-Y por eso no quería explicártelo. Porque es cursi.
-Que sea cursi no quiere decir que no me encante. Gracias, pelirroja. Te quiero.
-Yo también te quiero.
Hubo unos minutos de silencio en los que ambos se quedaron abrazados, sintiendo la respiración y el latido del corazón del otro. Había sido la primera vez que habían pronunciado las dos-grandes-palabras, la primera vez que habían mostrado sus sentimientos sin indirectas.
Entonces, Kyle recordó la razón por la que había invitado a Annabelle a pasar el día con él: también tenía un regalo que darle.
-Eso me recuerda... Yo también tengo algo para ti.
Rebuscó en su bolsillo y cuando el tacto de aquella cadena fría, de plata, dio contra su mano, sonrió.
-¿Qué? -preguntó ella, curiosa.
Ni siquiera sabía por qué había metido el colgante en su bolsillo antes de salir de casa, sabiendo que no la iba a ver, que no iba a poder dárselo. Quizás fuera porque sentir aquella llave golpeando contra su pierna cada vez que daba un paso le reconfortaba, le recordaba a Annabelle.
-Feliz martes -le dijo, mientras le rodeaba el cuello con aquella fina cadena.
La llave cayó por encima de la camisa que llevaba aquel día la pelirroja, y cuando ella la vio, se lanzó a los brazos de Kyle, estrechándolo en un fuerte abrazo.
El pequeño collar plateado rebotó en su ropa, metiéndose por dentro de esta, y encajó perfectamente con aquel hueco que tenía Annabelle en el centro del pecho. De alguna manera, la completaba, igual que hacía Kyle.
Era perfecto.

                                                     ***                                                   







Because these things will change.
Can you feel it now?
This walls that they put up
to hold us back will fall down.

Love always,

-Merce.

Viejas vías de tren. (Flashbacks 3)

sábado, 12 de abril de 2014

«Live your life the way you want. You're going to die anyway.»

Cuando abrió los ojos, estaba tumbado en un mullido sofá color caramelo, de aspecto vintage. Kyle no recordaba cómo había llegado allí, sólo recordaba haber bebido demasiado la noche anterior. Levantó la cara del cojín de flores bordadas que tenía bajo la cabeza y observó la habitación con detenimiento. La pared tenía un papel con estampado de rosas rojas con sus tallos verdes, de ella colgaban cuadros de pájaros de todas las formas y colores, y había estanterías de libros por todas partes. Libros antiguos, libros sin estrenar, libros con el lomo desgastado de tanto releerlos y otros intactos. Libros de toda clase.
Todo aquello le recordaba a alguien, pero la pregunta era... ¿a quién?
Entonces una de las puertas se abrió y Annabelle entró al salón, aún en pijama. Su cabello rojizo parecía el de un león de lo enmarañado que estaba, y su rostro no tenía ni un gramo de maquillaje. Llevaba una camiseta blanca, con un estampado de pequeños gorriones marrones revoloteando, y unos pantalones beige. En la mano llevaba en osito de peluche.
-Buenos días -dijo, sonriendo.
Kyle se sintió estúpido al no haber adivinado de quién era aquel apartamento.
-¿Cómo... -empezó a preguntar.
-...has llegado aquí? -terminó ella, y suspiró-. Es una larga historia...
Pero en realidad no era tan larga. La noche anterior, Kyle había estado en un bar con sus amigos. Decidieron beber unas copas, y la cosa se le fue de las manos. Acabó borracho y peleándose con un hombre al que no conocía de nada y por ninguna razón coherente. El tipo le dio un puñetazo, él cayó al suelo y se desmayó. Nadie supo a dónde llevarle, ya que no conocían el lugar donde estaba su casa, así que llamaron al primer número que encontraron en su teléfono para que lo "acogiese" durante aquella noche. El último número al que había llamado era el de Annabelle. La pelirroja había contestado al segundo timbrazo, y cuando le contaron lo ocurrido estuvo allí diez minutos más tarde para llevar a Kyle a su apartamento.
Cuando Annabelle terminó de hablar, miró al joven con una sonrisa triste y le apartó un mechón de pelo color almendra de la cara, con lo que él gimió de dolor, ya que debajo del flequillo se escondía un enorme moratón que rodeaba su ojo gris. Ella se mordió el labio, preocupada, y examinó la herida.
-Parece que ya está mejor, aunque no del todo. Voy a por algo de hielo.
Kyle observó cómo Annabelle se marchaba hacia la cocina, y se fijó en que llevaba unas zapatillas con orejas de conejo. Era tan infantil que cualquiera diría que tenía diez años. Pero en ella se veía diferente, en ella era atractivo. Al menos, eso pensaba él.
Le había llevado a su casa, sin dudarlo un segundo. No pudo evitar que a sus finos labios se les escapara una débil sonrisa al pensar en aquello. Sin embargo, le invadía una sensación de vergüenza ahora que Annabelle sabía qué clase de chico era.
Porque, a decir verdad, Kyle no era el típico chico responsable que se porta bien con todo el mundo, lleva camisas de cuadros y corbatas, es puntual y enamora a las chicas con su carisma e inteligencia. Ni siquiera se acercaba a ser así. Más bien era la cara contraria de la moneda.
Pero con Annabelle todo cambiaba. Cuando estaba con ella no quería meterse en problemas, ni pasarse las noches bebiendo de bar en bar. Cuando estaban juntos, Kyle sólo quería abrazarla y decirle lo mucho que la quería, y protegerla, a pesar de que sabía que ella no le necesitaba para eso. Sabía cuidar de sí misma, cosa en la que era diferente a Kyle. Él no sabía cuidarse.
La pelirroja volvió a entrar en el salón, esta vez con un vestido de cuadros escoceses y sus típicas rosas en el pelo.
Kyle se había puesto de pie. Tenía un plan en mente. Quería llevar a Annabelle a un sitio especial, como había hecho ella al guiarle hasta el Penny Lane's Café aquel gélido día que parecía tan lejano y del que, sin embargo, no había pasado más de un mes.
Cuando la chica intentó ponerle hielo en la herida del ojo, él le apartó la mano con cuidado.
-No hace falta, de verdad. No es nada.
-"Nada", dice. ¡Pero si pareces un dálmata!
-Eso no ha tenido gracia.
-Sabes que sí.
Kyle intentó contener una sonrisa, sin resultado.
-Oye, lo digo en serio. No pasa nada, sólo es un moratón. He tenido heridas peores.
Ella resopló, preocupada por lo que le pudiera pasar. ¿Solía meterse en peleas a menudo? Lo había dejado claro con su última frase. Annabelle no hacía otra cosa que pensar en cuidarle hasta que estuviese bien, pero al parecer no era el tipo de chico que dejaba que le curasen las heridas. Él más bien dejaba que cicatrizasen.
-No voy a dejar que me encierres aquí todo el día y hagas como si fueras mi madre. Tengo otros planes para hoy.
-Nadie me había dicho que tuvieras planes... -dijo ella, decepcionada.
-Perdón. Quería decir tenemos.
Y dicho esto, agarró la huesuda muñeca de la chica y la arrastró hasta la puerta. Ella corrió tras él hasta la calle, sin saber muy bien a dónde se dirigían.
-Y... ¿a dónde dices que vamos?
-Es una sorpresa.
-Si tratas de hacerte el misterioso, no te está funcionando.
-Vaya. Creía que sí.
Ambos rieron juntos, y el sonido de su risa fue como una melodía, acompañada con el ritmo de sus pies golpeando las baldosas grises.
-Toma -dijo él, sosteniendo un trozo de tela azul, que parecía haber sido anteriormente parte de unas cortinas-. Tápate los ojos.
-Vaya, sí que decías en serio lo de la sorpresa -dijo ella mientras rodeaba su cabeza con la tela.
-Yo nunca hablo en broma.
-Sí, claro, y pretendes que me lo crea.
Siguieron caminando, con la mano de Kyle rodeando la de Annabelle, a veces sin decir nada, compartiendo tan solo silencios y de vez en cuando una indicación por parte del joven. A él le empezaba a doler todo el cuerpo, debido a la pelea del día anterior. Aún así, no paró de andar. Nada iba a conseguir estropearle aque día, ni siquiera las densas nubes grises que cubrían el cielo, anunciando de nuevo tormenta.

-¿Ya hemos llegado?
-Sí. Puedes quitarte la venda.
Lo primero que notó fue la luz entrando en sus pupilas y dejándola ver de nuevo. El cielo era aún más gris que cuando habían comenzado a caminar. A medida que se acostumbró, vio que estaban en un lugar a las afueras de la ciudad, y se preguntó cuánto habían estado andado. La verdad era que había perdido la noción del tiempo, y también de la distancia.
El suelo estaba cubierto de tierra, no de baldosas grises como las nubes que tapaban el azul del cielo. Había plantas por todas partes, la mayoría con las ramas completamente descubiertas, sin una sola hoja.
Estaban lejos de la carretera, a más de un kilómetro de la autopista más cercana. Alejados de todo.
Cerca de donde estaba Annabelle, el suelo ya no estaba cubierto de tierra húmeda, sino de piedras. Cientos de pequeñas piedrecitas blancas que creaban un camino a través de aquel lugar, y continuaban más allá de donde se encontraban los dos jóvenes. Por encima de las piedras, unas gruesas tiras de metal se extendían llegando más lejos de lo que la vista llegaba a alcanzar. Parecían oxidadas, como si se hubieran usado durante años, y sin embargo tenían aspecto de abandonadas.
Eran las antiguas vías de tren de la ciudad, inutilizadas desde hacía una década.
Annabelle seguía contemplando el paisaje, asombrada, y a la vez asustada de que por allí pudiese pasar algún tren de forma inesperada.
-Tranquila -dijo Kyle, como si le hubiera leído la mente a la chica-. Hace diez años que no pasa un tren por aquí.
-¿Por qué las dejaron de usar?
-En realidad no fue solo estas vías. Todas las de la cuidad y sus alrededores se cerraron. Demasiados suicidios.
Annabelle dejó escapar un grito ahogado, sin creer lo que oía. Le parecía increíble que la gente pudiera llegar a ser tan infeliz.
-La gente simplemente se ponía entre las vías y esperaba a que... Bueno, ya sabes.
Ella ya sabía lo que ocurría después. Sin embargo, no quiso imaginárselo, y apartó la imagen de la cabeza.
Kyle esbozó una sonrisa triste.
-Pero recuerda -dijo el joven, con voz seria-, la gente nunca muere de suicidio. Mueren de tristeza.
-Eso es jodidamente cursi -replicó Annabelle, mientras miraba al suelo y daba golpecitos con la punta del zapato a las piedras.
-Lo sé. Pero también es jodidamente cierto.
La pelirroja no pudo hacer otra cosa que asentir, tratando de asimilar las palabras de Kyle. Era cierto que la razón de la muerte de las personas nunca era el suicidio. La verdadera razón era aquella que les había llevado a quitarse la vida.
Era la tristeza.
De repente, Kyle desapareció tras un arbusto y volvió con una especie de manta de lana. La extendió entre los dos raíles, sobre las piedras blancas.
-Te he traído a este sitio porque es donde vengo cuando necesito estar solo. Cuando necesito pensar.
-¿También vienes cuando reflexionas sobre café? -dijo ella, sonriendo, mientras recordaba lo que se podría llamar su primera cita.
-Tienes que aprovechar cualquier ocasión para hacer una broma, ¿no? -se quejó él, compartiendo su sonrisa, y también su recuerdo.
-Perdona -se disculpó Annabelle, con una pequeña carcajada.
-Como iba diciendo -continuó Kyle-, vengo cuando necesito estar solo. Pero resulta que ahora ya no quiero estar solo. Sólo quiero estar contigo.
-Aw, eso es muy, muy cursi -se rió, con una voz dulce-. Y me encanta.
Se lanzó, literalmente, a los brazos de Kyle, y ambos compartieron un abrazo durante unos instantes.
Después, se tumbaron entre los dos raíles, observando a las grises nubes que tapaban la luz del Sol.
Hubo un largo rato de silencio absoluto, en el que los dos jóvenes se dedicaron a pensar y a compartir el silencio, y al final fue Kyle quien lo rompió.
-¿No te parece irónico que tantas personas hayan muerto en estas vías... y que nosotros estemos tumbados en ellas, sabiendo que no corremos ningún peligro?
-Al fin y al cabo, toda bestia muere algún día.
Kyle asintió, y dejó que Annabelle se acomodara sobre su hombro. Entonces, ella pudo ver que el joven tenía una frase tatuada en el brazo.
Alea iacta est.
-¿Qué significa? -preguntó, con curiosidad.
A Kyle le tomó unos instantes saber que se refería al tatuaje, y cuando lo entendió, dijo:
-La suerte está echada. No puedes cambiar tu destino.

                                               ***                                                





Life's a battle
and sometimes
you loose it.
Love always,
-Merce.

Por si queréis saber qué es de mi vida (y premios).

jueves, 3 de abril de 2014

(Si lo leíste con la voz de Joey, te amo. Si no, vete a ver Friends. Gracias.)

HOLAAAAAAA GENTE QUE SOPORTA LO QUE ESCRIBO :3
Hacía como mucho mucho muchísimo tiempo que no hacía una entrada sobre mai laif (aka mi aburrida y simple vida), o sobre cualquier cosa que no fueran relatos. Agh, debéis estar hartos de relatos. Debéis de haber acabado aborreciéndolos, porque, sí, soy una pesada publicando relatos. Además, mi vida no es interesante para nada, es normal y corriente, con todas las letras. Así que no había mucho que contar, y lo poco que había era malo.
Peeeeeeero me han nominado a dos premios (graciaaaas) y me han dado una excusa para daros una charla (que supongo que os importará un gran pimiento) sobre mi normal corriente y estúpida vida.


No sé de dónde salió este gif (vale, salió de tumblr, lo admito), pero es demasiado yo en estos días y he tenido que ponerlo. 

Últimamente estoy mal y sin razón aparente, llorando por cualquier cosa, sintiendo como si fuera a explotar o a hundirme en cualquier momento, y odiándome.
La vida es POOF, y te has ido.
Y me diréis que no me preocupe, que sea feliz, que viva la vida, y eso me digo yo misma, pero no es tan fácil. ¿Sabéis lo que se siente al hacer todo mal? ¿Al sentir que cada cosa que tocáis está destinada a romperse? ¿Al pensar que podéis ayudar a los demás pero no a vosotros mismos? ¿Al tener que encerraros en el baño para poder llorar sin que te vean? Lo peor es que nadie de mi alrededor se da cuenta, y yo no pienso decírselo a nadie. Claro, para que crean que es una estúpida tontería y que se me pasará mañana. Sí. Sería algo así:
Yo: Hola, mamá. Estoy muy triste.
Mi madre: ¿Por qué?
Yo: Porque soy un desastre sin remedio.
Mi madre: Anda ya, no seas dramática y deja de decir estupideces. Eso es la edad, esta edad es muy mala. *se va mientras suelta tonterías sobre la adolescencia*
Sí. Una situación de lo más cómoda, sí señor. Seguro que me haría sentir mucho mejor [inserte aquí sarcasmo].
Lo que ocurre es que no tengo razones. Bueno, hay varias, pero no son tan importantes como para hacerme sentir tan mierda. (1) Perdí un dibujo que le había hecho a una amiga por su cumpleaños (sí, el de la sirena). (2) Llevo dos semanas buscando un libro que nunca hay en ningún lado (fui a una librería, y estaba toda la saga menos el que buscaba. Qué buena suerte tengo).
Pero meh, que nadie se preocupe, estoy mucho mejor que hace unas semanas, ya no me dedico a deprimirme en las clases, ni a fijarme en que todos me dejan de lado.
Se podría decir que ya estoy en el primer tipo de tristeza, de esa de la que puedes salir con tomar un helado, charlar con amigas y escuchar canciones alegres.

Y cambiaré de tema porque sí, porque soy una diva y porque puedo.



Esta semana (el sábado, para ser más concretos) tengo una prueba para un concurso de escritura y estoy muy, muy, muy nerviosa. Increíblemente asustada. Y la verdad es que no debería, porque si me pongo nerviosa todo será mucho peor, pero no puedo evitarlo, porque por fin tengo una oportunidad para hacer algo que me gusta y poder obtener recompensa por ello. Porque amo escribir, y es lo único que se me da bien (además de ser una diva, of course) y quiero hacerlo lo mejor posible.
Y sé que voy a estar temblando como un flan cuando vaya al concurso porque (1) hoy hemos hecho una redacción de prueba y estaba tan nerviosa que no podía sujetar el bolígrafo para escribir, (2) me pongo a temblar con el más mínimo nivel de presión, y (3) sé que no voy a quedar por muy bien que lo haga.
Además, en esta prueba conoceré por fin en persona a una amiga que conocí por internet (internet hace milagros y le debemos mucho, ah), y cuando me enteré estaba como KJASJKJDHSAHDSHADHEWIUAHDJSKSJSDHJSDJHDNDJEKEKAKS *fangirlea mucho muchísimo*. Ella escribe muy, muy, muy extremadamente bien, y yo espero que gane porque lo merece mucho.
Así que ya véis, mejor que me deseéis suerte porque lo voy a tener infinitamente difícil.
Y también debéis desear suerte a Super Blogs y a My Unstoppable World, ya que ellos también van a participar.
So... ¡Deseadnos suerte a todos! A TODOS DIJE *modo diva*.

Pasamos (por fiiiiiiiiiiiin) a los premios :3

Premio de Little Dreamer c:
Normas:
- Agradecer al blog que te ha nominado. Muchísimas gracias, Little Dreamer, me hizo mucha ilusión el premio aunque sea una tontería :)
- Responder a las 11 preguntas que te haya hecho.
  1. ¿Qué canción escuchas cuando estas depre / triste / chafado, etc? Asleep de The Smiths, siempre me relaja y me hace sentirme mejor.
  2. ¿Cómo te describirías a ti misma/o? Como un cactus. Yup.
  3. ¿Confías rápidamente en las personas? ¿Por qué sí o por qué no? Normalmente no, pero depende de la persona. No suelo confiar porque soy cerrada, muy cerrada.
  4. ¿Cuál es la mayor locura que has hecho? Ahora mismo no sé cuál será la "mayor locura", pero una vez mis primos y yo tuvimos la brillante idea de recoger bellotas en el campo, lo que hizo que las vacas nos persiguieran. Deberíais haber visto mi cara de pánico mientras corría en plan "SÁLVESE QUIEN PUEDAAAAAAAAA".
  5. ¿Has llorado por alguien? Estoy casi segura de que puedo decir no a esta pregunta.
  6. ¿Que es lo más bonito que recuerdas (de tu infancia, de ayer, de hace unos días... pero que te haya pasado)? Recuerdo que el sábado por la mañana se oían golpecitos en la ventana, y antes de levantarme de la cama pensé "por favor, que esté lloviendo, por favor, que esté lloviendo", y cuando aparté la cortina de la ventana, había gotas de lluvia en el cristal, y entonces sonreí de verdad por primera vez en mucho tiempo.
  7. ¿Libro / Canción / Persona que haya cambiado tu vida? (uno de los tres, o si hay uno de cada, pues los tres a la vez) Libro: Las Ventajas De Ser Un Marginado, de Stephen Chbosky. Canción: Warrior de Demi Lovato. Persona: Atlas, Annie, Cande, Leid, Oli,...
  8. ¿Película favorita? Camp Rock, forever and ever!
  9. ¿Qué es lo que más odias? ¿Por qué? No sé, odio muchas cosas D:
  10. ¿Tienes algún ídolo? Síp, muchos (Demi, Tay, Miley, Imagine Dragons, Little Mix, Lana,...)
  11. ¿Por qué creaste el blog? Siempre digo que para expresarme y todo ese rollo, pero para cambiar un poco os contaré la versión de que era verano y me aburría mucho.
- Nominar a 11 blogs. Yo diré por qué los nomino porque puedo.
My Unstoppable World, porque Cande cada día me saca una sonrisa, porque quiero desearle muchísima suerte en el concurso y porque sus relatos son una explosión de genialidad.
Unique, porque Atty es una de las mejores personas que conozco, porque consigue emocionarme con su poesía y porque es una hoja de papel.
The Little Lights, porque Annie es una galleta adorable, porque Vainilla y Humo es pura perfección y porque lechuga.
Super Fun, porque Super Blogs es una gran persona, porque quiero leer más de su novela y porque quiero desearle mucha suerte en el concurso.
Y no voy a nominar a nadie más porque el tiempo es oro y lo estoy perdiendo.

- Avisar a los blogs nominados. Ya lo haré luego, meh.
- Hacerles 11 preguntas.
  1. ¿Cuál es la última canción que has escuchado?
  2. ¿En qué situación te encuentras ahora mismo? ¿Estás sentado? ¿De pie? ¿Me cuentas tu vida?
  3. ¿Qué tal te ha ido este segundo trimestre?
  4. Rápido, dime la primera palabra que se te venga a la cabeza.
  5. ¿Frase favorita?
  6. ¿Qué zapatos llevas puestos? (esta ha sido aleatoria xd)
  7. Si te digo "arte", tú piensas en...
  8. ¿Cuál ha sido el último libro que has leído? ¿Te ha gustado? ¿Me lo recomiendas?
  9. ¿Qué color define tu estado de ánimo en este momento?
  10. ¿Cuál es tu número de la suerte?
  11. No se me ocurre pregunta once, así que contadme cualquier cosa. Lo que sea.
Premio de Escape from reality c:
Muchas gracias por el premio, aww. Las normas son las mismas, así que simplemente responderé a las preguntas y ya está.
  1. ¿Alguna vez te has enamorado? No, de una persona real no x3
  2. ¿Te gusta escribir? Me encanta escribir.
  3. ¿Dominas el inglés? Síp, si hay algo que se me da bien en esta vida, es el inglés.
  4. ¿Tienes algun sueño?¿Cuál? Publicar un libro.
  5. ¿Crees en ti mismo? Eeeh..., no.
  6. Canción favorita. Ahora mismo es Carmen porque es la última que he escuchado, pero después será la que esté escuchando en ese momento, y así siempre.
  7. ¿La música es parte de ti? Por supuesto.
  8. ¿A quién agradecerías todo lo que eres hoy? Ni idea, quizás debería agradecerle a mis ídolos, a mis escritores favoritos y... a mi familia y amigos (? *se siente como en un discurso*
  9. ¿Te gusta escribir en un blog o lo haces más por obligación que por pasión? Me encanta escribir aquí, es como darme un respiro de toda mi aburrida rutina.
  10. ¿Que serias capaz de hacer para conseguir unas entradas para ver a tu grupo favorito? JAJAJAJA CUALQUIER COSA Y TODOS LO SABEMOS JAJAJAJAJA.
  11. ¿Como te gustaría llamarte? Selene.

Sometimes
 you gotta fall
 before you fly.
Love always,
-Merce.

Flores, lluvia y besos (Flashbacks 2)

miércoles, 2 de abril de 2014

«Hello, hello. C-can you hear me? I can be your china doll, if you want to see me fall.»
El reloj del Penny Lane's Café marcaba las once pasadas y Kyle esperaba a Annabelle sentado en la misma mesa que el día anterior, mientras jugueteaba con la carta del menú que tenía entre las manos. Volvió a mirar la hora en su viejo reloj de muñeca, desesperado y pensando que quizá no merecía la pena seguir esperando, pero se convenció de que por volver a verla podría esperar lo que hiciera falta. Impaciente, se levantó y abrió la puerta de la cafetería, que hizo sonar la campanita. El gélido aire le rozó la cara, y él miró hacia el cielo, que indicaba tormenta. Le gustaban los días de lluvia.
Había viento. Había nubes. Pero ni rastro de la pelirroja.
Decepcionado, volvió a entrar en la cafetería para seguir esperando, y el calor del local volvió a acogerle como si fuera una manta. Se sentó y comenzó a dar golpecitos con el pie al ritmo de Good Vibrations, y, como si estuviera escuchándola, Annabelle cruzó la puerta del Penny Lane's en el mismo instante en el que comenzó el estribillo.
Kyle se sorprendió por el aspecto de la joven. No tenía el cabello pelirrojo recogido con palillos chinos, como el día anterior, sino suelto y enmarañado, cayendo sobre sus hombros, y sobre él llevaba lo que parecía ser una corona de rosas rojas. Llevaba un gran jersey negro y una falda que parecía un campo de margaritas, con medias blancas y botas country. En su rostro se lucía una amplia sonrisa, a pesar del horrible día que hacía fuera.
El chico sonrió. Nunca había visto una chica llevar flores en la cabeza sin que fuera en un evento especial, sin embargo en Annabelle se veía de lo más normal, como si encajase con ella.
-¿Me has pedido el café? -dijo, mientras se sentaba.
-Hola a ti también, Señorita Impaciente.
Ambos sonrieron a la vez.
-¿Te has vestido así... por mí? -preguntó él.
Ella soltó una risa sarcástica, como su hubiera sido un chiste ofensivo.
-Primero; voy así siempre. Ayer... Simplemente no encontré flores.
El chico se fijó en que las rosas no eran sintéticas, sino naturales, y parecían unidas a mano, con sumo cuidado. Le sorprendió, y se preguntó si Annabelle compraba rosas cada día sólo para ponérselas en el pelo.
-Segundo -continuó ella-. Si yo me hubiera "vestido así" -hizo el gesto de las comillas con los dedos índice y corazón, como si la expresión le hubiera parecido despectiva-, no habría sido por ti, sino por mí.
A Kyle le extrañó oír eso. Era el tipo de joven que cree que las chicas se arreglan para impresionar a los chicos. En la mayoría de los casos, así era. Pero la pelirroja parecía ser diferente a cualquier otra chica. Y eso le gustaba.
Annabelle llamó al camarero, y en ese momento, Kyle se levantó.
-¿A dónde vas? -preguntó ella, con miedo a que estuviese a punto de dejarla allí tirada.
-Ahora lo verás.
Se acercó a la jukebox que había al final de la fila de mesas, mientras su acompañante lo seguía con la mirada, curiosa. Seleccionó una canción, echó una moneda y volvió a su sitio. Allí lo esperaba Annabelle, que le miraba con ojos confusos, sin saber muy bien a qué había venido eso. Él tan sólo sonrió, y entonces empezó a sonar Annabelle, la canción de A Rocket To The Moon. En cuanto la letra comenzó, ella abrió la boca para protestar, pero Kyle la interrumpió.
-Sí, sé que la chica de la canción no tiene nada que ver contigo. Pero dice tu nombre -se encogió de hombros-, y pensé que quizás te haría ilusión.
-Oh, Kyle, Kyle... ¿Cómo es tu apellido? Creo que aún no lo sé.
-Kyle Dixon.
-Kyle Dixon. Bien -sonrió-. Gracias. Es un detalle precioso -y, tras una larga pausa en la que se dedicó a escuchar la letra de la canción, añadió-: Creo que la chica se parece en algo a mí, al fin y al cabo. También tengo lápiz de labios.
Ambos rieron.
-Creo que sólo coincidís en eso. Tú sí eres especial.
-Nah, no lo creo -dijo ella.
-Uh, llevas razón. Sí, todas las chicas se ponen rosas en la cabeza cada día de su vida, gracias por recordármelo.
-¿Me estás llamando rara? -dijo ella, con un tono fingido de ofensa-. Porque, en ese caso, tendría que darte las gracias.
-¿Ves? -exclamó él, señalándola de forma acusadora-. A eso me refiero. Ninguna otra chica daría las gracias a alguien que la llama rara.
Annabelle sonrió y se encogió de hombros, y en ese momento, dos tazas de café humeante llegaron a su mesa.
-Salud -dijo ella, alzando su taza, que aún quemaba.
-¿Por qué brindas con café?
-¿Y por qué tú no?
Él puso los ojos en blanco chocó su taza de porcelana con la de la chica. "¿Cómo puede no darse cuenta de lo original que es?", pensó.
Annabelle bebió un poco de su café y cerró los ojos, disfrutando de cada reconfortante trago.
-No sé cómo la gente puede vivir sin café.
-Fácil. Si no lo has probado nunca, no sabes lo que te pierdes, y no te importa.
-¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Te dedicas a reflexionar sobre café?
-Qué graciosa eres.
La cita, si es que se le podía llamar así, se alargó durante bastante tiempo. Annabelle y Kyle compartieron café y risas mientras las manecillas del reloj vintage de la cafetería se iban moviendo, con su característico tic-tac acompañando a la música que seguía sonando.
Para cuando decidieron irse, la calle estaba encharcada y gotas de lluvia se estrellaban contra los charcos de las baldosas grises.
-Genial -dijo él-. No llevo paraguas.
-¿Tan malo es caminar bajo la lluvia de vez en cuando?
Sin pensarlo dos veces, la pelirroja salió de la cafetería, exponiéndose a la tormenta.
-Estás loca -pero ella ya no le oía, así que no le quedó otro remedio que seguirla-. ¡Espera!
Una vez que estuvo fuera, intentó protegerse con la chaqueta, pero nada paraba a aquella lluvia. Siguió a Annabelle entre la lluvia, pasando como podía entra el barullo gente con paraguas, hasta que estuvieron solos bajo las gotas de lluvia que caían sobre ellos. Estaban a pocos centímetros de distancia, ambos refugiados bajo la chaqueta de Kyle, y entonces la pelirroja le miró, muy seria, con unos pequeños ojos que sólo se podían comparar a los de Bambi.
-¿Kyle?
-¿Sí?
-Creo que te quiero.
-Treinta minutos y dices que somos oficiales -citó Kyle, refiriéndose a la canción que le había dedicado.
Ella rió con él, mientras el agua traspasaba la tela y les goteaba en las cabezas.
-En realidad, nos hemos visto dos mañanas seguidas -corrigió ella.
-¿Piensas besarme alguna vez?
-Qué romántico eres.
-Perdone, señorita. ¿Piensa usted sellar nuestro amor con un beso?
-Agh, eres asquerosamente cursi.
-Y tú asquerosamente hippie.
-¿Vas a besarme, o...
Él se acercó a ella antes de que pudiera continuar, y sus labios se unieron lentamente. Kyle sabía a lluvia y caramelo. Ella tenía un leve olor a café y flores. Ambos estaban empapados, pero no les importó. En aquel leve instante, sólo fueron ellos. No existía nadie más.
Se separaron después de unos segundos, y se miraron a los ojos. Los ojos café de Annabelle se habían iluminado, como cada vez que daba un trago de aquella bebida. Los de Kyle estaban diferentes, más brillantes, como si ese color gris tormenta se hubiera cambiado a un gris que simbolizase felicidad. Se miraron a los ojos y después, mientras la lluvia les calaba hasta los huesos, simplemente rieron, disfrutando de uno de esos momentos que no se vuelven a recuperar nunca.

                                                                   ***                                                           



It's funny how day by day,
nothing changes.
But when you look back,
everything is different.

Love always,
-Merce.

Flashbacks.

martes, 1 de abril de 2014

«Have you ever felt so many things all at once (happy but sad, crazy but free, loved but confused, at the same time), and then nothing... but pain?»

Annabelle Rousseau se sentó en el suelo de aquella fría habitación, abrazando sus huesudas rodillas, mientras los recuerdos de todo lo que había vivido en los meses anteriores la acechaban, y las lágrimas amenazaban con escaparse.

Lo conoció una fría mañana de invierno, cuando caminaba como cada sábado a su cafetería favorita. La calle estaba infestada de personas que corrían de un lado para otro, con cosas que hacer y sitios a los que ir. Annabelle les observaba, disfrutando de no ser como ellos.
Fue mientras paseaba la mirada por el barullo de gente cuando sus ojos chocaron con unos de color gris, como el cielo en los días de tormenta, que la miraban fijamente. El joven siguió mirándola durante unos segundos que para la pelirroja se hicieron eternos. De repente, no sintió frío. Un pensamiento fugaz rondó la mente de Annabelle. ¿Por qué se sentía así? ¿Había visto a ese chico antes? Su memoria le decía que no, y, sin embargo, el chico moreno le resultaba muy familiar. Quizás sólo fuera que su corazón le decía que se sentía cómoda observándole. Y entonces recordó a dónde se dirigía, y apartó la mirada. Bajó la cabeza para no volver a toparse con aquellos ojos y continuó su camino.
Entró en la cafetería, y al abrir la puerta sonó la campana que anunciaba su llegada cada día. Aquel pequeño sonido la hizo sonreír. Significaba que había llegado a uno de sus lugares favoritos en el mundo. Aspiró el suave aire de su alrededor y reconoció el tenue olor a café que tanto le gustaba.
Se sentó en la mesa de siempre y pidió un café con leche y nata, y mientras esperaba, sacó sus bocetos y un lápiz. Observaba aquel dibujo de la chica en la lluvia, dispuesta a retocarlo, cuando una voz la interrumpió.
-¿Dibujas?
Annabelle dio un salto en el asiento del susto. Cuando levantó la mirada, allí estaba. En frente suya se encontraba el chico de ojos grises. Sin saber por qué, la chica se paralizó, y se quedó mirándole, con sus ojos marrones como platos y la boca abierta. Y él sonrió.
-Me llamo Kyle.
-Yo... so-soy... Annabelle -su voz era insegura, débil, y aún se podían notar en ella restos de lo que había sido un acento francés.
-Bonito nombre. Eres francesa, ¿eh? -comentó él. Ella asintió-. ¿Te importa que me siente aquí?
La pelirroja estaba nerviosa sin ninguna razón aparente, así que ni siquiera se fijó en que la cafetería estaba vacía salvo por ellos dos antes de asentir con la cabeza. ¿Por qué aquel extraño le hacía comportarse así?
En ese momento, el camarero puso el café en la mesa. Annabelle lo removió con la fría cuchara, y se quedó unos minutos mirando como el líquido daba vueltas dentro de la taza, mientras intentaba calmarse y actuar normal. Bebió un poco y sintió como el líquido la reconfortaba, como le descongelaba la sangre de las venas. Y, cuando volvió a hablar, esta vez fue del todo ella.
-Sí, dibujo. Aunque yo más bien lo definiría como hacer líneas deformes que son un intento de parecer algo.
Le pasó sus bocetos, y él los observó con cuidado, fijándose en cada detalle. A decir verdad, Annabelle dibujaba bien, pero era típico de ella menospreciarse. Siempre lo hacía.
Kyle se asombraba más con cada dibujo que veía. Se dijo a sí mismo que ella tenía un verdadero don para aquello.
-Wow -exclamó.
-No es para tanto, cualquiera puede hacer eso -dijo ella, quitándole importancia.
Pero el chico moreno no pensaba lo mismo, así que cambió de tema para no llevarle la contraria.
-¿Hace cuanto que vives aquí?
-No más de dos meses. Cuando cumplí los diecinueve decidí que ya era hora de ser independiente. Ya sabes. Apartamento propio, trabajo, vivir lejos de casa. La verdad es que sienta bien -sonrió y volvió a darle un trago al café. Cuando le miró de nuevo sus ojos se habían iluminado.
-¿Sabes? -dijo él-, realmente tu nombre te va como anillo al dedo.
Sonrió de una manera que hizo a Annabelle sentirse como si hubiera tomado una taza de café entera de un tirón. Oh, mierda, esa sonrisa hacía que se derritiera.
-No lo dices en serio.
-Oh, sí, lo digo completamente en serio.
Ella miró hacia la taza de café, sonriendo, avergonzada pero a la vez complacida. El camarero trajo la cuenta y la dejó sobre la mesa.
Tras un instante que pareció infinito, Kyle miró su reloj y se le borró la sonrisa de la cara.
-Tengo que irme -dijo, levantándose-. Pero antes, déjame invitarte a ese café.
Dejó el dinero correspondiente sobre la mesa y, antes de irse, garabateó algo en el papel.
-Adiós, Annabelle -pronunciaba su nombre de una forma preciosa, que hacía que la palabra pareciera el nombre de una flor-. Espero volver a verte.
-Mañana estaré aquí a la misma hora -dijo ella, dejándolo caer.
-Es bueno saberlo -dijo, y la campana de la puerta sonó, anunciando su marcha.
La pelirroja miró con curiosidad el papel en el que Kyle había escrito.
En él había un número de teléfono.
"No será, ni mucho menos, nuestro último encuentro, querido Kyle.", pensó, con una sonrisa, mientras guardaba el papel en su bolsillo.